domingo, 11 de agosto de 2013

Día citado





A las 8:30 en clase, hoy será día largo porque las clases terminan a las 14:30.


Tengo el desayuno en el bolso y el almuerzo en el coche, día largo sentenciado, dirigido pero, ¿hasta cuánto de obligado?

¡Sorpresa! Las dos últimas asignaturas se anularon, miro el móvil, me citan en la biblioteca, es ella. Esperé durante días este momento, debo aparentar tranquilidad, mi admirada quiere comentar los futuros proyectos que emprenderemos. La esperanza ensancha. Miramos, hablamos, reímos, sentimos y soñamos.

Escaleras abajo alguien me sigue, es conocida, sí, busca mi compañía.

¿Almuerzas ahora?

Era una invitación directa. Nueva cita, nos vemos en el comedor. Conversamos de la vida, ella en presente y yo en futuro. Ahora no, mañana.

Hacia el vehículo, alguien dejó un mensaje de voz en el contestador, lo oigo, me citan nuevamente para merendar, quedamos.

El día no estaba trazado, yo creo dirigirlo pero me dirigen.

Lenguaje manido, viejo, poco sutil y torpe, como el parlanchín que es. Vagas palabras que nada pronuncian. No convence.

El cuerpo se eleva, estoy en casa, él me  abraza, acaricia y besa mi espalda, el tiempo se para. Solo respiro, no quiere palabras, quiere silencio, que no le se dar.

Mi cuerpo le habla, está excitado, necesita comunicar con vocablos, ¿cómo frenar?

La cabeza en su hombro, sigo callada, me elevo de nuevo y visito las estrellas, ellas no quieren silencio. Intrigadas me observan atónitas, quieren mi dicción, todos mis pensamientos, monólogo divertido y perpetuo que no ha de acabar. Ríen conmigo.


Mientras, él sostiene mi cuerpo, en silencio.


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