martes, 4 de marzo de 2014

Titanic habló en español

Fotografía de Internet


TITANIC HABLÓ ESPAÑOL CON VÍCTOR Y PEPITA

(Relato basado en datos reales)

Caballero español de exquisita elegancia y educación, murió como un valiente el 15 de abril de 1912. Su esposa y sirvienta se salvaron al montarse en el bote número 8.
Viaje inolvidable, más de diecisiete meses de luna de miel recorriendo Europa, pues eran
inmensamente ricos. El casino de Montecarlo, la Ópera de Viena, el Gran Hotel de Biarritz, el Covent Garden, en Londres y el Maxim’s en París. Pero fijaron su atención en una publicidad sobre un nuevo transatlántico que iba a zarpar de Southampton a New York. Era una maravilla, el más rápido y seguro, según se decía. El colofón perfecto para su luna de miel. Estaban tan enamorados.
Chocó contra un iceberg y, en cuestión de tres horas, se hundió en el Atlántico dando lugar a la tragedia del siglo. Perecieron 1.518 de los 2.222 pasajeros que viajaban a bordo del “insumergible” buque.
Alguien llamó a la puerta de la habitación, gritó: “¡Salgan, hay peligro!”. Extrañados, salieron al pasillo, no daban crédito a lo que veían, la gente corría, lloraba, saltaban entre los caídos, se pisaban sin piedad. Víctor agarró la mano a su esposa Pepita, y ésta cogió del brazo a Fermina, su dama de compañía. Entre el gentío, llegaron a la terraza de la cubierta, a duras pena veían la formación que nombraban para montarse en los botes salvavidas, tenían prioridad pues eran pasajeros de primera clase. Víctor miraba a su alrededor, tenía 24 años y ella 22, pero era maduro y decidido como ningún chico de su edad. Atisbó, a lo lejos, a una mujer que abrazaba desesperaba  a su bebé. No lo pensó dos veces, fue a por ella.
Pepita no entendía por qué Víctor la dejaba, iban a montar en el bote, estarían a salvo, ya les indicaron el sitio que debían de ocupar. Fermina y ella estaban sentadas, asustadas, hacía mucho frío, el aliento se congelaba al expirar el aire de los pulmones. Tenían pocos segundos para esperar. Llegó, acompañaba a la madre con su bebé, la ayudó a situarse en su asiento, y miró a Pepita. La mirada se mantuvo unos instantes, todo quedó dicho. Dolía. Era una despedida dramática.
Víctor, el enamorado, no le dijo a su esposa que pronto se verían, ni que estuviese tranquila, ni que todo se iba a arreglar. Le deseó suerte, con todo el cariño del mundo. Cogió su mano, y la besó profundamente. Sus labios acariciaban una piel fría y temblorosa.
¡Que tengas mucha suerte Pepita!
No se vieron nunca más.
El cuerpo de Víctor, tras el fatal suceso,  desapareció, jamás fue hallado. 

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